Descripción
Mosén Bruno Fierro, uno de los personajes aragoneses más populares del Pirineo Aragonés, llega al cómic.
Ocurrente, sin pelos en la lengua ni prejuicios, pícaro, irreverente… este peculiar cura ejerció en Saravillo en el siglo XIX.
Conocedor de la montaña y de la psicología del montañés como pocos, repartió su vida entre bondadosas labores pastorales y otras menos honrosas artimañas y correrías contrabandistas.
Sus vivencias y el eco que de ellas hizo la población en su época fue tal que pasó a ser un personaje famoso cuyas peripecias estaban en boca de todos.
Ahora, tras despertar su figura interés en otras partes del mundo a través del cortometraje “Descubriendo a Mosén Bruno” (2014) escrito y dirigido por Maxi Campo, la historia completa del singular cura y sus divertidas anécdotas llegan, también de su mano, al cómic, con el inimitable dibujo de Carlos Azagra y el vigoroso color de Encarna Revuelta.
El tiempo pasa, pero la leyenda de nuestro querido y simpático Bruno Fierro no se detiene. ¡Ay si el mosén levantara la cabeza!
Podemos leer Descubriendo a Mosén Brunocomo lo que en realidad es, un cómic en el que se desgrana la figura de un singular cura que ejerció el sacerdocio en el municipio oscense de Saravillo que canalizaba su irreverencia, entre otras actividades, en el contrabando. Pero la cosa tiene todavía más gracia si nos fijamos en que estamos ante una expansión en cómic de un corto que narra el viaje de un joven cineasta norteamericano a Saravillo para rodar un documental sobre su figura. Eso es, precisamente, el gancho que coge el cómic para contar anécdotas de Mosén Bruno que den un poso sólido a la historia del corto. Maxi Campo está al mando, además, de los dos productos, del audiovisual y del de las viñetas, lo que garantiza una unidad que se agradece. Es verdad que en Descubriendo a Mosén Bruno, el cómic, falta un hilo conductor más definido en lo temático, no solo por su protagonista y más allá del hecho de ir acumulando anécdotas de mayor o menor extensión, que es en lo que se centra Campo para que Carlos Azagra le dé forma con su identificable estilo. En cualquier caso, el objetivo se logra, que no es otra que divertir con la peculiar personalidad de este cura del siglo XIX, atípico y descarado, que se convierte en un formidable protagonista para historias que se unen con mucho acierto desde diferentes medios narrativos.
Lo más destacable de Descubriendo a Mosén Bruno es, en buena lógica, la forma en la que Campo describe a su protagonista. El hecho de arrancar el cómic con el regreso del cineasta a casa no es más que el guiño necesario a quienes lleguen a este cómic desde el cortometraje, porque de lo que se trata aquí es de repasar la vida del cura. Y aunque las páginas que siguen invitan a pensar que vamos a ver una biografía más o menos al uso, Campo se decanta por lo y mencionado, por acumular episodios, que bien podrían ir en ese orden o bien en cualquier otro. Eso no resta diversión y comicidad a cada una de las aventuras, por supuesto, porque cada secuencia acaba siendo desternillante por sí sola, muy bien escritas por Campo, pero solamente se siente un hilo temporal claro en la parte final del libro, en el delirante episodio que une las andanzas de Mosén Bruno a las de un personaje español de la época del que no revelaremos la identidad en estas líneas para preservar la sorpresa. Así que, viendo ese planteamiento, lo mejor es dejarse llevar y disfrutar de cada uno de los episodios escogidos por el autor para dar forma al retrato de Mosén Bruno. Eso se puede hacer con muchísima facilidad, porque el sentido del humor que impregna estas páginas es sincero y contagioso por lo desternillantes que son las situaciones que se plantean.
Quién sabe cuánto es exageración y cuánto es real en lo que escribe Campo para dar forma a fantasías populares, y por eso encaja tan bien el dibujo de Carlos Azagra, quien curiosamente ya tiene experiencia en esto de dar forma de cómic a cortometrajes, como ya hizo con El último aragonés vivo. Su caricatura, deudora de un estilo, el de El Jueves, en el que el propio ilustrador se ha formado, es siempre divertida. Un trazo despreocupado y juguetón, consciente de que el objetivo es que el lector se pueda reír en cada viñeta, es clave para que Descubriendo a Mosén Bruno sea un tebeo tremendamente divertido. El trabajo de Azagra es tan simple en apariencia como eficaz de principio a fin. El suyo es un estilo directo y claro, con el que no es posible llevarse a engaños y ya desde la ilustración de la cubierta, y que se ajusta a una forma muy concreta de hacer humor que, a la vez, es muy popular. O lo ha sido, porque en realidad sigue teniendo un toque de otro tiempo. Y, de esa manera, Descubriendo a Mosén Bruno es uno de esos tebeos de humor que se ganan la simpatía del lector desde el principio y que, aunque quizá se alarga un poco más de lo que pedía el personaje precisamente por la falta de una historia única, sí garantiza lo que promete, una diversión desenfadada y algo bestia por ser el protagonista un cura, simpática de principio a fin.