Óscar “Lujuria” Sancho Rubio
Óscar “Lujuria” Sancho Rubio
A punto de cumplir treinta y cinco años ininterrumpidos de rock con su banda Lujuria, y con sesenta inviernos segovianos sobre su melena, a Óscar Sancho (al que todo el mundo conoce como Óscar Lujuria) le preocupa mucho que el rock recupere su dignidad, algo que él asegura que se está perdiendo y se teme que, por ello, el rock esté perdiendo su credibilidad entre la juventud. Y se ha puesto a escribir. Bucea en la historia del rock para rescatar del olvido sus principios, sus ideas, sus compromisos y, por encima de todo, el respeto a sí mismo. Si el rock no se respeta a sí mismo, ¿cómo espera que nadie lo respete?
No solo se ha puesto a escribir, además ha sido uno de los fundadores de Rock Contra el Fascismo porque tiene muy claro que el rock es de barrio bajo, es de clase obrera, es contestatario, es rebelde, es revolucionario. Hay quien dice que no, que el rock no tiene por qué tener ideología, pero él asegura que entonces sólo es “pop acelerado”. Pero dejemos esto y vayamos a su faceta de escritor. Empezó clamando en la pandemia, asegura que relee su primer libro (Ni política, ni religión, ni fútbol, Desacorde Ediciones, 2020) y luego observa a la sociedad actual y siente una pena infinita por dentro, la sensación de haber servido de poco y que sólo le tranquiliza saber que ahí está el libro demostrando que lo intentó y esperando que algún día empiece a hacer efecto en tanta conciencia dormida.
Después afrontó contar la historia de la que ha sido su banda durante toda su vida, Lujuria. No quiso hacer un ejercicio de autocomplacencia, quiso que su experiencia pudiese servir en el futuro a quien quisiese hacer una banda de rock. Lo contó todo en ese sentido. También muchas experiencias y anécdotas reales. Como profesor que es, dice que se aprende mejor con risas que con llantos y espera que ese libro (Lujuria. XXX años comiendo mierda y cagando flores, Desacorde Ediciones, 2022) haya hecho reír a mucha gente y que, incluso sin que se hayan dado cuenta, algo hayan aprendido.
Ahora toca buscar el respeto del rock a sí mismo. Y más concretamente de nuestro rock. Nuestro rock siempre ha mirado con mil complejos al rock mundial y nunca se ha valorado lo suficiente. Eso debe cambiar. Cualquier cultura, cualquier grupo social, cualquier comunidad de cualquier tipo, respeta a sus caídos. ¿Nuestro rock también? Óscar cree que no, o al menos no como se debiera. En estos años de investigación (lleva en esto, seriamente, desde 2006) asegura que ha visto como muchas y muchos de nuestros caídos pasaban sin pena ni gloria. El resultado es un trabajo extenso, lleno de respeto, y editado en varios volúmenes que espera sirva para que el rock estatal empiece a respetar a todas y todos sus caídos y sea el primer paso para respetarse a sí mismo.
Ahora toca buscar el respeto del rock a sí mismo. Y más concretamente de nuestro rock. Nuestro rock siempre ha mirado con mil complejos al rock mundial y nunca se ha valorado lo suficiente. Eso debe cambiar. Cualquier cultura, cualquier grupo social, cualquier comunidad de cualquier tipo, respeta a sus caídos. ¿Nuestro rock también? Óscar cree que no, o al menos no como se debiera. En estos años de investigación (lleva en esto, seriamente, desde 2006) asegura que ha visto como muchas y muchos de nuestros caídos pasaban sin pena ni gloria. El resultado es un trabajo extenso, lleno de respeto, y editado en varios volúmenes que espera sirva para que el rock estatal empiece a respetar a todas y todos sus caídos y sea el primer paso para respetarse a sí mismo.
Nadie muere del todo si sigue vivo en nuestro recuerdo. El rock no morirá nunca si recuerda a sus caídos. El día que lo olvidemos, será el día en el que los muertos estarán enterrando a los muertos.
¡Por el puto rock and roll!
Óscar “Lujuria” Sancho Rubio
A punto de cumplir treinta y cinco años ininterrumpidos de rock con su banda Lujuria, y con sesenta inviernos segovianos sobre su melena, a Óscar Sancho (al que todo el mundo conoce como Óscar Lujuria) le preocupa mucho que el rock recupere su dignidad, algo que él asegura que se está perdiendo y se teme que, por ello, el rock esté perdiendo su credibilidad entre la juventud. Y se ha puesto a escribir. Bucea en la historia del rock para rescatar del olvido sus principios, sus ideas, sus compromisos y, por encima de todo, el respeto a sí mismo. Si el rock no se respeta a sí mismo, ¿cómo espera que nadie lo respete?
No solo se ha puesto a escribir, además ha sido uno de los fundadores de Rock Contra el Fascismo porque tiene muy claro que el rock es de barrio bajo, es de clase obrera, es contestatario, es rebelde, es revolucionario. Hay quien dice que no, que el rock no tiene por qué tener ideología, pero él asegura que entonces sólo es “pop acelerado”. Pero dejemos esto y vayamos a su faceta de escritor. Empezó clamando en la pandemia, asegura que relee su primer libro (Ni política, ni religión, ni fútbol, Desacorde Ediciones, 2020) y luego observa a la sociedad actual y siente una pena infinita por dentro, la sensación de haber servido de poco y que sólo le tranquiliza saber que ahí está el libro demostrando que lo intentó y esperando que algún día empiece a hacer efecto en tanta conciencia dormida.
Después afrontó contar la historia de la que ha sido su banda durante toda su vida, Lujuria. No quiso hacer un ejercicio de autocomplacencia, quiso que su experiencia pudiese servir en el futuro a quien quisiese hacer una banda de rock. Lo contó todo en ese sentido. También muchas experiencias y anécdotas reales. Como profesor que es, dice que se aprende mejor con risas que con llantos y espera que ese libro (Lujuria. XXX años comiendo mierda y cagando flores, Desacorde Ediciones, 2022) haya hecho reír a mucha gente y que, incluso sin que se hayan dado cuenta, algo hayan aprendido.
Ahora toca buscar el respeto del rock a sí mismo. Y más concretamente de nuestro rock. Nuestro rock siempre ha mirado con mil complejos al rock mundial y nunca se ha valorado lo suficiente. Eso debe cambiar. Cualquier cultura, cualquier grupo social, cualquier comunidad de cualquier tipo, respeta a sus caídos. ¿Nuestro rock también? Óscar cree que no, o al menos no como se debiera. En estos años de investigación (lleva en esto, seriamente, desde 2006) asegura que ha visto como muchas y muchos de nuestros caídos pasaban sin pena ni gloria. El resultado es un trabajo extenso, lleno de respeto, y editado en varios volúmenes que espera sirva para que el rock estatal empiece a respetar a todas y todos sus caídos y sea el primer paso para respetarse a sí mismo.
Ahora toca buscar el respeto del rock a sí mismo. Y más concretamente de nuestro rock. Nuestro rock siempre ha mirado con mil complejos al rock mundial y nunca se ha valorado lo suficiente. Eso debe cambiar. Cualquier cultura, cualquier grupo social, cualquier comunidad de cualquier tipo, respeta a sus caídos. ¿Nuestro rock también? Óscar cree que no, o al menos no como se debiera. En estos años de investigación (lleva en esto, seriamente, desde 2006) asegura que ha visto como muchas y muchos de nuestros caídos pasaban sin pena ni gloria. El resultado es un trabajo extenso, lleno de respeto, y editado en varios volúmenes que espera sirva para que el rock estatal empiece a respetar a todas y todos sus caídos y sea el primer paso para respetarse a sí mismo.
Nadie muere del todo si sigue vivo en nuestro recuerdo. El rock no morirá nunca si recuerda a sus caídos. El día que lo olvidemos, será el día en el que los muertos estarán enterrando a los muertos.
¡Por el puto rock and roll!